lunes, 23 de enero de 2012

Dublín

El día que me declaré a Clarissa, aunque hacía un frío de perros, estaba feliz en Dublín. Era febrero y tocaba REM en un teatro. En un periódico había leído algo regocijante: que el ADN de los humanos está casi calcado no solo de los orangutanes sino también de los cerdos, con razón me decía que tenía confuso el ancestro. En realidad, Clarissa y yo deseábamos estar allí por el día del gran James Joyce pero atrapamos un vuelo barato con oferta de hotel, el 16 de junio quedaba lejos y ya le había advertido que yo nunca habría sido capaz de desayunar riñones y otras porquerías que cuenta en su Ulises, ni mi colesterol ni mi olfato me lo habrían permitido. Así que compramos entradas y nos dispusimos a escuchar al grandísimo grupo norteamericano. Desde que supe que el Vaticano se había molestado con sus canciones me dije que esos chicos debían ser interesantes. Por supuesto que tenía sus discos, adoraba el toque libertario de Michael Stipe, menudo escandalazo cuando reconoció ser gay ante los hipocritones yanquis. Me encanta la profundidad de Everybody hurts, la ironía de Man on the moon y la mandolina retozona en el temazo Losing my religión. Yo debía ser el único casi anciano presente, pero casi nadie se ofendió, los irlandeses son perdonavidas, nada que ver con los británicos. Ese soy yo en el rincón / Ese soy yo en el centro de atención / Perdiendo mi religión / intentando mantener contacto contigo. / Y no sé si puedo lograrlo. Yo también perdido en los pubs donde se servía cerveza negra sin tapas. Cuando ella me dio el sí rompí a llorar, al fin iba a tener a una rubia de Toronto en mi vida. Se quedó sorprendida, no sabía qué hacer. No te apures, le dije cuando recuperé el tino. A veces todo el mundo llora / a veces todo el mundo sufre / Entonces aguanta, aguanta. En realidad estoy seguro de que vamos a tener gemelos, para confirmar aquello del ADN me gustaría ser papá de un monito y un cerdito. No te burles, dijo llorando como una Magdalena. Menos mal que el concierto fue memorable, pongo el DVD a cada rato. Claro que a veces los sueños se evaporan, Clarissa resultó algo frígida pero la conservo, y, cansado de éxito, el grupo se separó. Dublín es algo grisácea y estaba claro: los Reyes Magos me trajeron carbón, me lo merecía.

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