martes, 17 de julio de 2012

Cuando algo se quema (los incendios por venganza)

José M. Balbuena

El incendio de una parte de Tenerife nos recuerda, una vez más, que cuando algo se quema, algo tuyo se quema. Aunque parezca un tópico, es cierto que cualquier espacio natural, bosque, río, lago,  mar, o lo que tenga que ver con el medio ambiente, no es patrimonio exclusivo de los habitantes más inmediatos, ni de una isla, ni de una nación, sino que es patrimonio de la humanidad, y, por tanto, es deber de todos mantenerlo y conservarlo.
En cuestiones de incendios forestales habrá que distinguir los que se producen por causas naturales, (por ejemplo, un rayo) o los que se originan por descuidos de los humanos, y lo que es peor, los que son provocados. Hay una frase que asegura que los incendios se evitan en invierno. En parte es verdad, porque es deber de quienes se ocupan de conservar los paisajes y espacios naturales el prevenir los incendios. Y eso se logra con limpieza de matorrales, de ramas caídas, o realizar sacas de árboles, cuando han crecido muy unidos unos a otros, con cortafuegos que aquí prácticamente no existen, con la eliminación de piñas y pinocha en los pinares canarios, que todos sabemos que, en caso de incendio, se convierten en pólvora  que propaga más rápidamente el fuego. Incluso se ven estas pinochas y otros materiales  inflamables en las cunetas de las carreteras uy en muchos vericuetos donde cualquier desaprensivo puede tirar una colilla encendida, y así ha sucedido infinidad de veces.
También se logra con un plan de vigilancia que no puede descuidarse en ningún momento. Tiene que haber más presencia de guardas forestales (y si no los hay, que aumenten su número); tiene que haber más torres de vigilancia que, tanto de día como de noche, controlen lo que pasa  en los montes, en los bosques, o en cualquier espacio natural. Tenemos personas con mucha sensibilidad en temas medioambientales,que se ocupan y preocupan por la naturaleza,  pero también quedan por ahí unos auténticos cafres que actúan como si fuesen la reencarnación de Atila.
Entonces deberán tomarse medidas que conviertan los bosques canarios en zonas restringidas, donde no puede entrar nadie sin que exista un control de su presencia.  Si no se hubiesen tomado esas medidas en el pequeño bosque de los Tiles de Moya, reducto de la laurisilva en Gran Canaria, éste ya no existiría. Allí no se pueden hacer barbacoas, ni acampadas, ni tomar el espacio como una zona recreativa, y menos aún cuando existe tanta gente que no sabe comportarse.
Y por último, habrá que centrar la vigilancia en esas personas desquiciadas o no, pirómanos o no, que destruyen los bosques, que atentan contra la biodiversidad, que convierten en desiertos grandes espacios de nuestras islas o nuestro planeta. Cualquier atentado contra la naturaleza nos afecta a todos. No podemos vivir aislados, como si lo demás no importara. Puede haber determinados intereses en que desaparezca un bosque, como estamos viendo, por ejemplo en la cuenca del Amazonas, o en diversos lugares de España, por eso la justicia debería actuar con más contundencia.
Hace unos pocos años casi desaparece la masa forestal de la isla de Gran Canaria (ya de por si no muy abundante) porque a un señor con muy pocas luces no se le ocurrió otra cosa que provocar un incendio por venganza, según tengo entendido .Y, por supuesto, cuando un bosque desaparece o se quema parte de él, hay que proceder inmediatamente a reponerlo. Los viveros y el personal adecuado, han de estar siempre disponibles para estas contingencias. 

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