jueves, 30 de agosto de 2012

La muerte de Ruth y José en el País de las Chapuzas

Afirman los alemanes que uno de los problemas que tenemos por aquí es el de la irracionalidad de los horarios, así como una baja productividad. Hay un caso simpático que hemos conocido hace tiempo. A un directivo de un banco de por aquí lo llamaron para trabajar en Alemania. Ni corto ni perezoso, observó que allí la gente salía del trabajo a las cinco de la tarde. Entonces él, con su mentalidad carpetovetónica, decidió quedarse cada tarde hasta las ocho. Al cabo de unas cuantas semanas sus jefes lo reprendieron: hemos observado que usted necesita muchas horas para hacer lo que sus compañeros hacen en menos tiempo, por tanto no encaja en nuestra oficina, hemos de prescindir de sus servicios. ¿Tal vez los españolitos tenemos todos mentalidad de funcionario, es decir que hay que estar muchas horas presenciales en la oficina, simplemente para que los jefes vean que estás? Aunque sea como esos concejales o consejeros que se pasan la mañana en internet, recibiendo y enviando mensajitos por el móvil de última generación, o rellenando sudokus.
Claro que todo esto tiene sus matices, pues los funcionarios -todos lo hemos sido alguna vez en nuestra vida- suelen darse su escapadita para el café de las diez, el desayuno de las once, la cervecita de la una. Parece que aquí lo importante es aparentar que se trabaja, aunque se esté pensando en las musarañas. En un país hecho de retales donde lo único que funciona es el fútbol, en un país donde abunda la chapuza, donde la chapuza es el deporte nacional, no ha sido demasiado extraño comprobar la ineficacia de las investigaciones en el caso de los dos niños desaparecidos, presuntamente asesinados por su padre, la Bestia Bretón. El primer y concluyente informe fue redactado por una médica forense con 15 años de experiencia. Ni corta ni perezosa, dictaminó que los restos óseos y los dientes correspondían a ratones, ardillas y conejos en vez de a un niño de dos años y una niña de seis. Ella solita se lo guisó, ella solita se lo comió. Lo más grave es que a nadie se le ocurrió contrastar ese informe con otros expertos. En el clima de desánimo y abatimiento que comparten muchos millones de compatriotas, el caso de los dos niños presuntamente asesinados y su  negligente investigación, añade otra página al desconcierto.

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