martes, 11 de diciembre de 2012

Twiteando, que es gerundio

El minipensamiento domina todas las facetas de nuestra vida. Acostumbrados a hacer zapping por los canales de TV, es tal el cúmulo de información que recibimos que la gente prefiere textos breves y predigeridos, que no precisen una absorción lenta y pesada. En definitiva, en estos años todos queremos ser cabezahuecas. El arte de la reducción domina por todas partes. Seguramente el hecho de que en Twitter solo se permitan 140 caracteres por cada envío es porque esta red fue pensada para móviles. Volvemos a los tiempos del Reader’s Digest: aquellos textos sintetizados de aquí y allá, una especie de enciclopedia pre-internet, textos condensados sobre temas de interés general, con mucho éxito.
No pretendo poner de modelo de lectura una novela clásica de más de mil páginas como pudiera ser, por ejemplo, Los miserables, de Víctor Hugo, pero ello no nos vendría mal al menos como ejercicio intelectual. De hecho hay best sellers por ahí con muchos cientos de páginas impresas. Pero ahora corremos el riesgo de que nuestra mente fallezca por inanición. El problema es que cada tenemos más cosas a las que prestar atención: en internet abundan los contenidos y las anécdotas, también los virus y los falsarios. Buena parte de las distracciones que nos ofrece la red son estímulos fallidos, no solo no estimulan las neuronas sino que pueden contribuir a desactivarlas. No tenemos más opciones que antes, solo tenemos más distracciones y, en consecuencia, más necesidades de interrumpir algo que apenas comenzamos. El dichoso zapping cuando nos apresuramos a comprobar lo que están emitiendo por los tropecientos canales de TV.
Pero el día sigue teniendo veinticuatro horas. Las mismas horas de un lector de Flaubert y de Dostoievsky, de Kafka y de Sábato. Por consiguiente, tenemos el mismo tiempo para ocuparnos de más cosas y llegar al fondo de ninguna. Las columnas en el nuevo periodismo son breves, ello muestra ciertas carencias del Nuevo Lector (aparte de un orgullo ciego y autocomplaciente, casi siempre apoyado en la excusa generacional, que le impide cualquier autocrítica; todo es efímero, evanescente, superficial, egocéntrico, banal). No se debe al arte de la síntesis sino al de la mutilación. El ejercicio de reducir los textos pronto se convertirá en un esfuerzo por estirar una idea hasta 140 caracteres. Tal vez el Nuevo Pensamiento se las arregle con un par de emoticones. Un corazón, un rayo de ira y para de contar.

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