viernes, 8 de marzo de 2013

La muerte de Iberia (relato de una mujer trabajadora, en el Día de la Mujer)


Hoy he llorado tres veces, tres. No es que sea algo inusual en mí, pero quiero explicaros por qué.  Esta mañana, a las diez y cuarto, en el Metro de Barajas hemos comenzado la marcha, los pilotos de Iberia y los Tripulantes de Cabina hacia la gran manifestación en la T-4-.
He avanzado con mis compañeros hasta encontrarnos con la columna de gente que llegaba de La Antigua Zona Industrial, ese nombre que tantas veces se ha mencionado en mi casa, desde niña, desde siempre.
Nos hemos juntado los de los galones, las del traje de Adolfo Domínguez, los del mono, los de facturación, los de pista, maleteros, coordinadores, técnicos de mantenimiento. Toda Iberia.
Las dos columnas se han unido, la vista no alcanza a a ver el final, todos los sindicatos juntos, los que no hace mucho se criticaban mutuamente, estaban allí codo con codo, todos con nuestros chalecos amarillos y nuestras camisetas rojas, como los colores de Iberia, que son los mismos que los de España.
Y se me han saltado las lágrimas cuando nos mirábamos todos con respeto, admiración y sentimiento de pertenencia a esta gran compañía que volaba a Alaska, a Tokio, que reparaba el motor del Concord en sus hangares y que anunciaba en un cartel que "En Iberia sólo el avión recibe más atenciones que usted"
 Por encima de las diferencias que en otra época nos separaban, como miembros de diferentes clanes enemigos ancestrales de una misma tierra que unen sus fuerzas para luchar contra el enemigo. Ahí lloré.
 Al pasar por delante de la plataforma vi a nuestros compañeros de tierra, desde los tractores, furgonetas y camiones, nos saludaban, aplaudiéndonos desde dentro, queriendo decir, yo tengo que trabajar hoy pero estamos con vosotros.
 Lloré al llegar frente a la T4, cuando al mirar hacia abajo vi a mis antiguos compañeros de Air Nostrum, reconocí a varios y nos saludamos, también con respeto, con un sentimiento de pertenencia aún más elevado que el de Iberia quizá, el de la profesión, que también por encima de viejas rivalidades nos ha unido.
Ya en la terminal, con las emociones a flor de piel he visto la marea de gente luchando a gritos, tambores y pitos por un futuro, por que no muera esta compañía. Abrazada a mis amigos he visto a jubilados, a embarazadas soportando las horas de pie y el ruido ensordecedor, Tripulantes de British, empleados de dos horas a la semana con sus pancartas, los últimos de la empresa como el que más, todos juntos unidos por Iberia, y también he llorado.
Ya de vuelta a casa para recoger a mis hijos del colegio, mientras sonaba en la radio " Across the Universe" recordaba mi primera manifestación, en el año 91, contra la guerra de Irak, tenía 17 años y un desconocido me salvò de los mamporros tirando de mi hacia el metro.
Y me he sentido hoy con esa misma fuerza, las mismas ganas de cambiar, pero no el mundo, tan sólo mi pequeño mundo.
Mi Iberia. 


Lucía
(De una trabajadora de la compañía. Texto enviado por José M. Balbuena)

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