lunes, 27 de mayo de 2013

¿Para qué celebrar el Día de Canarias?


El jueves 30 será un nuevo Día de Canarias, esa celebración oficialista precedida por la emisión de anuncios fraternales en los que se contempla la gran suerte que tenemos por vivir aquí, en este paraíso subtropical en el que somos tan felices y comemos perdices. Cuando estamos a punto de batir las plusmarcas de paro, depresión económica y angustia general, nos sale al frente la consabida fecha del 30-M para recordarnos el sonsonete de José María Aznar y quedarnos tranquilos ya que “Canarias va bien”.

Llega el Día de Canarias con el runrún de que ciertos pactos que sustentan ayuntamientos y cabildos se van a romper, y es hora de preguntarse si nuestra querida clase política no tiene nada mejor que hacer que medrar, conspirar, fomentar conciliábulos en los que solo ganan algunos listos. Llega el Día de Canarias con la constatación de que el paro se incrementa, el turismo está haciendo aguas desde hace meses, la conectividad con importantes lugares emisores se está deteriorando, no hay manera de que bajen las tasas que afectan de manera directa a los usuarios de los aeropuertos insulares. Y con todo lo que está cayendo en la TV Canaria y en los medios de comunicación se emiten mensajes de fraternidad y buena andanza, como si estuviéramos ante el jolgorio del hermanamiento global.

Llega el Día de Canarias con el siempre revitalizado pleito insular, que tanto interesa en una y otra orilla porque distrae al pueblo llano. Llega el Día de Canarias con la sospecha de que ciertos procesos derivados de ciertas irregularidades y de ciertos presuntos cobros escandalosos se van aletargando en los atestados Juzgados, quizá con la aviesa intención de que vayan caducando los plazos establecidos para dirimir tales asuntos. Y de este modo llegue el carpetazo final que los silencie para siempre.

Llega el Día de Canarias con la sospecha de que nuestra sanidad es la peor del Estado Español, las listas de espera son insoportables, el cansancio de la clase médica es ya proverbial por la falta de recursos, del mismo modo que nuestra maltratada educación –seguimos con el mayor índice de fracaso escolar– se derrumba. Las dos universidades –tan alejadas del pueblo llano, tan gremiales, herméticas y anquilosadas– pierden alumnos porque las tasas se elevan y se elevan, y hay quienes no las pueden pagar. Los que luchan contra corriente para mantener unos mínimos de investigación están siendo zarandeados un día sí y otro también con los recortes que llegan siempre en forma de despidos y drásticas reducciones presupuestarias. ¿Qué decir del profesorado, harto de reformas y más reformas que en vez de ser consensuadas por las dos fuerzas políticas predominantes en el Estado muestran el poder de los partidos políticos, la mediocridad y el revanchismo de dirigentes insensibles encaminados tan solo a hacer recortes y más recortes?

Llega el Día de Canarias con la sospecha de que aquella Europa a la que nos incorporamos con tanto entusiasmo e idealismo se convierte cada día más en un club de perversos negociantes. Esa Europa tan encaminada a derribar las conquistas sociales de tantas décadas y que se empeña en fomentar negocios para quienes tan solo piensan en mantener sus intereses aunque vayan en contra del interés general.

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