lunes, 29 de septiembre de 2014

Literatura japonesa enigmática y violenta como un tsunami

La literatura japonesa se nos presenta como una manifestación misteriosa, difícil de captar para nuestra mentalidad occidental. En efecto, los grandes escritores de aquel país –desde Kawabata a Tanizaki o Kobo, pasando por Murakami o Mishima- tienen un halo extraño, escritores de sombra que cultivan la sombra. Pesa en ellos la historia milenaria de un país que no ha sido históricamente armonioso ni ecológico, sino que, al contrario, ha sido invasor, belicista, violento, hasta sanguinario incluso con sus vecinos asiáticos.

Debe ser que la culpa pesa sobre generaciones y generaciones de japoneses, porque en sus grandes novelistas siempre se vislumbra algo de esa sensación que con cierta frecuencia ha derivado en suicidios rituales. Kenzaburo Oé, premio Nobel, tiene un hijo deficiente. Y esa circunstancia se ve reflejada en casi todos sus textos, también en este contemplamos procesos de degradación personal, alcoholismo, sexo culpable. Historias terribles manejadas desde el mito, la alucinación y la imagen en absoluto complaciente que los escritores japoneses tienen de la historia de su propio país.

Personajes extraños, el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki, la complejidad de un destino colectivo y personal marcado por hechos terribles. Como un terremoto, igual que un tsunami, una novelística que necesitamos explorar porque siempre ilustra sobre la complejidad humana.

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