miércoles, 8 de octubre de 2014

Queda un mes para ejercicios en la cuerda floja: el derecho a decidir

Tranquilos, que al paso que vamos ya pronto igualaremos a Venezuela o Pakistán en cuanto a los índices de corrupción y a Guinea-Conakry en cuanto a la gestión del ébola, somos un país de chapuzas sin igual. Lo de Bankia nos ofrece la oportunidad de comprobar que todos somos capaces de corrompernos seamos de PP, PSOE o incluso la supuestamente íntegra Izquierda Unida, basta con que nos den la oportunidad de acercarnos a la fuente que mana y corre para beber el elixir de la felicidad en forma de tarjeta opaca. Qué gran ejemplo el de la intachable banca española, que sigue desahuciando a ancianos indefensos y familias sin trabajo mientras sus prebostes pagaban su caviar y sus putas de lujo con tales artimañas. Y sin olvidar el escándalo de la dinastía Pujol y las declaraciones de la presidenta del Círculo de Empresarios cuando afirma que contratar a mujeres que puedan quedarse embarazadas es un problema nacional, si a ello añadimos la deriva soberanista, un pasito adelante y un pasito hacia atrás como en el baile de la yenka, nadie sabe lo que va a pasar dentro de un mes mientras los trapecistas se siguen ejercitando en la cuerda floja y sin red. Y Aznar meditando si vuelve al ruedo, igual que lo va a hacer su amigo Sarkozy.

Del 9 de octubre al 9 de noviembre va a ser un mes excesivamente largo si lo seguimos con la agenda en la mano, las recusaciones, los pactos entre bastidores, alguna que otra indefinición, la campaña puerta a puerta del independentismo, como si esos agentes estuvieran ofreciendo las rebajas de otoño de las grandes superficies o el nuevo catálogo de Ikea. El pulso sigue en pie pero los titulares de prensa ya cansan igual que las tertulias, los análisis, la proyección de las encuestas que dicen esto y lo otro, ya se sabe que las encuestas las carga a su favor el ente que las convoca, y como pronto habrá movimientos electorales, la cosa se anima. La penúltima señala un grave deterioro del bipartidismo cara las elecciones previstas para el año que viene, noticia estrella que tal vez nos pondría en manos de gobiernos inestables al modo italiano pero que, en todo caso, serían más interesantes que las peligrosas mayorías absolutas.

Aunque tal vez ellos no se hayan dado mucha cuenta, empeñados como están en sus guerras internas, a los profesionales de la política les va llegando la hora. Queda poco tiempo para actuar y necesitaríamos conocer el perfil de los candidatos para el mes de mayo y para el otoño, si son caras viejas, si son caras nuevas de los meritorios. En medio está el desencanto de muchos ante quienes no supieron atajar la podredumbre, sino tolerarla o incrementarla. No es raro que Podemos continúe subiendo en las encuestas, incluso que dé un buen salto en Cataluña. Y en esta tesitura, hasta el Financial Times, biblia de los negocios desde la City londinense, opina que España debe alejarse del riesgo del choque de trenes. La cuestión catalana se está convirtiendo en un conflicto de identidad envenenado que pronto no tendrá ningún ganador, pues la intransigencia de Madrid y el aventurerismo en Barcelona acabarán mal.

Pero ya sabemos que ni las encuestas ni los vaticinios valen, como en el fútbol, solo cuentan los resultados. Si Rajoy llegara a pasar a la historia por haber contribuido a que Cataluña se desgaje, flaco favor sería para él. Su pasividad ha sido tan torpe que solo supo hablar de la “algarabía” de las calles catalanas. Si Artur Mas se arriesga a declarar unilateralmente la independencia al estilo Kosovo tampoco le sería cómodo administrar ese triunfo, habría que ver cuántos países reconocerían esa situación que encendería demandas parecidas en más de un territorio de la actual UE.

Nadie sabe qué pasará en los ejercicios de prestidigitación, nada por aquí, nada por allá hasta que sale un conejo de la chistera del mago. Hasta Paulino Rivero asoma con su consulta popular sobre las prospecciones petrolíferas, como si Soria no se la fuese a tumbar, qué delicado antagonismo el de estos dos próceres de la patria. Y en el caso catalán, acaso podría ser el propio Rajoy quien salvase a Mas, dándole un respiro. Ambos podrían haber llegado a un acuerdo para desencallar la situación, que asfixia al catalán, pero que también supone un problema para el gallego. El Gobierno central ha recurrido la Ley de Consultas Populares y el decreto para convocar el referéndum, pero podría haber sorpresas. El Constitucional podría anular el decreto de convocatoria del referéndum al considerar que la pregunta que se plantea es ilegal y está fuera del marco competencial. Pero al mismo tiempo, una de cal y otra de arena, los jueces ratificarían la Ley de Consultas Populares y abrirían la puerta a una reforma de la Constitución.

Tal vez Mas podría conseguir que el derecho a decidir fuese legal y, hasta, con el tiempo, celebrar su referéndum. Lo de ganarlo sería otra cuestión, lo de ver al Barsa jugando la Liga Catalana sería la cuadratura del círculo, a ver qué negocio iban a sacar las televisiones.

1 comentario:

  1. El problema no es que no haya cabeza, Luis, que lo es...Para mi el problema es que no hay corazón...ni na...un abrazo

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