martes, 6 de enero de 2015

El venenoso fenómeno de las sectas

 Existe un fenómeno contemporáneo en claro auge: la creación de sectas de diversas connotaciones: políticas, económicas, religiosas, esotéricas, sexuales. Aunque inicialmente se establecía que las sectas nacieron como grupos religiosos, generalmente pequeños, llenos de entusiasmo, integrados por hombres y mujeres asociados de manera voluntaria, ahora existe gran diversidad en el fenómeno, del que existen numerosos ejemplos en España y también en estas islas. Las islas, como territorios cerrados en sí mismos, constituyen espacios en los que las sectas pueden arraigar expandiéndose en las capas sociales. De hecho, en las últimas décadas movimientos sectarios venidos de Estados Unidos o de Extremo Oriente han “experimentado” primero su asentamiento en Canarias antes de arraigarse en el continente. Claro que también debemos considerar que las distintas confesiones religiosas nacieron como fenómenos sectarios, incluido el cristianismo, hasta que el éxito social y la multiplicación de sus miembros las integraron en las respectivas sociedades como movimientos aceptados y creadores de una identidad, llegando a estar integradas en el aparato del Estado.
Con frecuencia los miembros de las sectas creen haber tenido una “conversión” que les permite conocer la Verdad con mayúscula, y a través de ella se involucran en la aceptación del líder. Las sectas excluyen de manera radical a quienes no pertenecen a ellas, se colocan contra el mundo, contra los gobiernos, contra las Iglesias ya establecidas. Y sus miembros obedecen de manera ciega y fanática a sus fundadores, de tal manera que están dispuestos incluso a suicidarse si así se les ordena. No deja de ser una secta el nuevo y fanático Estado Islámico, de la misma manera que los partidos políticos convencionales también actúan con comportamientos sectarios.
Las sectas son poderosos negocios, pues exigen a sus adeptos una contribución económica importante. En principio se trata de que paguen el “diezmo” habitual en los primeros tiempos del cristianismo, pero en realidad persiguen que personas en circunstancias personales de dificultad hagan testamento donando sus propiedades.  Así, en la década de los años 70 del pasado siglo, ante el auge de las sectas religiosas en los Estados Unidos, surgió una frase definitoria: “si quieres hacerte millonario, funda una secta religiosa”. En este movimiento crecieron muchos telepredicadores que han hecho enormes negocios, no solo en Estados Unidos y Canadá sino también en América Latina y Europa. Más de una vez, como sucedió con Al Capone, estos “emprendedores” solo han podido ser llevados ante los tribunales por motivos fiscales, evasión de impuestos, blanqueo de capitales y fraude, ya que habitualmente no declaran el patrimonio que han conseguido a través de sus adeptos.
Dada la actual crisis de valores, se asiste en muchos países a una especie de “supermercado” de corrientes de salvación personal, que dicen basarse en presupuestos de filantropía y autoayuda. Desde Norteamérica y Asia se exportan nuevos movimientos que arraigan con entusiasmo en diferentes zonas. Los líderes espirituales tienen terreno abonado entre personas que padecen problemas de soledad, inestabilidad personal, pérdida de trabajo o ruptura de pareja. La filosofía de la secta es simple: dentro de la comunidad se obtiene la felicidad, fuera solo hay padecimientos, desequilibrios personales, falta de motivación, extravío de la personalidad. Con este sencillo eslogan miles y miles de neófitos ingresan cada año en el gran negocio. Pues la secta es un refugio y solo en su seno se obtiene la estabilidad personal, la paz de la conciencia, el tránsito hacia otra vida. Y sus líderes se convierten en millonarios. Estos líderes pretenden ser mesías, reencarnaciones de santos o inspiración de los arcángeles como en la reciente secta de los Miguelianos de Galicia.
En Canarias con frecuencia los movimientos sectarios se desarrollan entre extranjeros. Recordemos por ejemplo la comunidad El Cabrito de La Gomera y otras registradas en Tenerife. Pero también hemos tenido ejemplos nacidos de gente de aquí, como el caso Kárate de Gran Canaria que trajo consigo trascendencia internacional por la cantidad de menores de edad que se vieron implicados en sexo en grupo y sexo al servicio de su fundador. En los años 80 la playa de El Cabrito acogió una comuna que asimismo predicaba las relaciones íntimas. Su dirigente, el pintor austriaco Otto Mülh, apostaba por el amor libre sin ningún tipo de ataduras o limitaciones morales.  Posteriormente fue acusado y fue a la cárcel por mantener relaciones con menores y consumo de drogas, después moriría en Portugal a los 72 años de un cáncer de testículos. Las leyendas que se tejieron sobre esta finca todavía perduran en el recuerdo de los gomeros y fueron objeto de programas retransmitidos por las televisiones. Mülh llegó a contar con una legión de 300 seguidores repartidos entre La Gomera, Alemania y Austria.
Su secta mezclaba teorías sobre la libertad sexual con el psicoanálisis y la eliminación de la propiedad privada en medio de un caldo de cultivo ideológico que al final acabó saltando por los aires. Para escenificar su radical forma de entender la vida llevaban a cabo sesiones artísticas, performances y movilizaciones. Fue precisamente en La Gomera donde los miembros de la comuna creyeron haber encontrado su paraíso perdido después de varios de años de deambular por otros puntos de Europa. Pero en realidad ocurrió lo contrario: la secta saltó a la actualidad internacional y además en su vertiente más amarillista. Mülh llegó a ser calificado como el rey de El Cabrito, luego se casó y ejerció un dominio dictatorial sobre sus seguidores. En el caso Kárate, está reciente el largo y prolijo proceso que ha enviado a la cárcel a su promotor y a dos mujeres, que lograron la participación de docenas de jóvenes a través de prácticas deportivas.

En la isla de La Palma el barranco de Buracas en Garafía ha acogido una comunidad de personas que practican una vida alternativa dentro de la filosofía hippie, integrada en la naturaleza. Dado que la isla cuenta con un paisaje excepcional, en sus municipios se aprecia la presencia de miembros de estas corrientes, con ejemplos tan polémicos como el asentamiento de las cuevas del Puerto de Tazacorte. La Palma es una isla generosa, las gallinas corretean libres por sus barrancos, las higueras, las tuneras y otros frutales abandonados proporcionan sustento a docenas de jóvenes y menos jóvenes que quieren vivir de esta forma. 

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