martes, 10 de marzo de 2015

La enseñanza en España vuelve a las cavernas

La enseñanza en España, igual que el trabajo, la vivienda, la sanidad o la propia participación de los ciudadanos en la política, deberían ser cuestiones de Estado que estén por encima de la pugna partidista, la confrontación y la anulación de derechos que ha costado mucho consolidar dentro del llamado Estado de Bienestar. Hasta ahora hemos estado gobernados por dos partidos políticos que, en cuanto llegan al poder, establecen medidas que anularán sus adversarios en cuanto estos disfruten de la mayoría en las siguientes elecciones. De este modo, la enseñanza, el aborto, la sanidad y tantas otras cosas importantes, padecen un vaivén de decisiones contrapuestas que van en contra de la calidad de vida de la ciudadanía. En el caso particular de la educación, las sucesivas reformas contraponen criterios y generan cansancio y ofuscación en el profesorado, sin que consigan erradicar el abultado índice de fracaso escolar o las pésimas calificaciones que Europa concede a la enseñanza española en comprensión lectora, manejo de idiomas, nivel de matemáticas, etcétera. Este ministro Wert, a quien nadie releva, es una auténtica desgracia. Pues ahora se le ha ocurrido el modelo de las carreras de tres años, más dos años de másters, con lo cual se certifica su aspiración a construir una universidad elitista, para alumnos adinerados. Pero la universidad pública debería ser gratuita y estar dotada de un buen sistema de becas. Es comprensible que después de tantas subidas de tasas, los estudiantes desconfíen ahora del modelo 3 más 2, opina la mayoría de los rectores en relación a la nueva convocatoria de huelga hecha por alumnos y docentes para finales de este mes.

Por otro lado, con la entrada en vigor de la LOMCE, aprobada con los únicos votos a favor del PP, la asignatura de religión sigue siendo optativa, pero disfruta de una situación privilegiada con respecto a otras posibles opciones, o en comparación con la enseñanza de otros credos religiosos o de sistemas de pensamiento como el agnosticismo o el ateísmo. Así, la LOMCE ha vuelto a dar plena validez académica a una asignatura que ahora computa como una más en el expediente final para, por ejemplo, solicitar una beca.

Entre los nuevos criterios de evaluación recogidos en Primaria aparecen asimismo "reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad" y "entender el Paraíso como expresión de la amistad de Dios con la humanidad". Los alumnos de Religión estudiarán en Primaria la creación, Dios como "padre de la humanidad que quiere nuestra felicidad". Los socialistas creen que la Conferencia Episcopal se ha "echado al monte" y ha fijado unos contenidos que pasan por el "túnel del tiempo" hasta 1978, "antes de la promulgación de la Constitución". Por su parte, el portavoz adjunto de CiU en el Congreso, Pere Macías, criticó la visión "anticuada" del PP sobre esta asignatura: "Mientras aquí publicamos esta visión anticuada de la religión, el Papa nos dice cosas como que pagar salarios en negro constituye un pecado gravísimo. Este mundo está cambiando. El Papa, la religión católica, los cristianos estamos cambiando, y algunos parecen anclados en su mayoría absoluta en el pasado”. 

Según los datos ofrecidos por la propia Conferencia Episcopal, el número de alumnos que elige la asignatura de Religión Católica en España está en continuo descenso: en 1996, un 75% optaba por esta asignatura en los colegios públicos, frente al 25% que acudía a las clases de Ética, la alternativa en aquel entonces. Para el curso 2013-2014 el porcentaje había caído hasta un 56%. No obstante, y según la asociación Europa Laica, este dato corresponde a la primera etapa, y se ve drásticamente reducido a medida que crecen los estudiantes: "En Secundaria apenas son el 22% y en Bachillerato, el 15%". En la gran mayoría de los países europeos, la asignatura de religión (educación confesional) es, como en España, optativa, y en aproximadamente la mitad cuenta asimismo para la nota final. Un caso aparte es Francia, donde, salvo en tres departamentos del noreste que pertenecían a Alemania antes de 1918, la religión está excluida por completo de las escuelas.

El Gobierno de Mariano Rajoy ha decidido que los estudiantes tengan que optar entre la asignatura de Valores Sociales y Cívicos, por un lado, y la de Religión Católica, por otro. Para evitar esta discriminación estaba la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ha sido suprimida. ¿Resultado? A los alumnos que cursen Valores Sociales se les enseñará a comprender y valorar la igualdad de derechos de hombres y mujeres, la corresponsabilidad en las tareas domésticas y el cuidado de la familia. A los alumnos que estudien Religión Católica no se les enseñarán esos valores pero si habrán de reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad, siguiendo las indicaciones curriculares de la Conferencia Episcopal española.

Para el PP, la enseñanza religiosa es un aspecto fundamental en la formación integral de la persona y un elemento imprescindible en el ejercicio del derecho de libertad religiosa y de conciencia. Es un derecho garantizado por la Constitución. Pero la Conferencia Episcopal Española tiene melancolía por los privilegios que el franquismo otorgó a la Iglesia. El temario parte de la revelación como fuente de verdad, y, entre otras estimaciones cuestionables, quiere que el alumno acepte que “Dios interviene en la historia” y reconozca “la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad”. También trata de relativizar errores cometidos por la Iglesia en la persecución de quienes han defendido postulados científicos que colisionaban con la fe, como es el caso de Galileo Galilei. Que a estas alturas España incluya en el currículo escolar postulados basados en dogmas de fe que pretenden discutir los principios científicos es un disparate grave.

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