martes, 15 de septiembre de 2015

El Toro de la Vega y las peleas de gallos y perros


A las once de la mañana de hoy, 15 de septiembre, el toro de Tordesillas, Valladolid, cruzó el puente medieval sobre el Duero para llegar al Campo de Honor, donde, tras veinte minutos de tormento, decenas de jinetes le clavarían sus lanzas hasta la muerte. Los vecinos de la villa defienden que el torneo, que se celebra desde 1564, forma parte de la tradición, es fiesta de interés turístico nacional desde 1980, es un referente antropológico y trae turismo y dinero a la ciudad, pero cada año hay más polémica. El Partido Animalista PACMA entregó 120.000 firmas en la sede del PSOE en Madrid para intentar frenar el torneo, en Ferraz señalaron que si gobiernan harán una ley contra el maltrato animal, aunque el alcalde del lugar es socialista. También, cientos de famosos hicieron un vídeo rompiendo una lanza contra este acto.

La tauromaquia es un arte y también un espectáculo que origina seguidores y disidentes casi a partes iguales, porque contiene elementos de gran plasticidad y también ecos de una barbarie antigua. A Ernest Hemingway el espectáculo del ruedo lo dejó tremendamente fascinado, igual que a Goya, Picasso y a otros grandes creadores. Tenemos, además, peleas de gallos y peleas de perros, unas autorizadas y fruto de la tradición en algunas de estas islas y otras clandestinas pero cada vez más frecuentes, forman parte de una lamentable industria del espectáculo en ciertos lugares. La fascinación que el sufrimiento produce en algunos públicos se traduce en apuestas y disfrute, cuando yo era un niño y me dejaban entrar a las riñas de gallos solía salir precipitadamente a la vista de la crueldad sobre el tablado y los gritos de los hombres, dispuestos siempre a jugarse la paga semanal vaticinando la victoria de uno u otro contendiente. El llamado Toro de la Vega está originando incidentes entre quienes defienden la tradición y quienes pretenden terminar con ella. ¿Somos un pueblo bárbaro que disfruta con el maltrato animal? A la vista de los acontecimientos, parece que sí. Tenemos en casa mascotas pero también sabemos abandonarlas a las primeras de cambio, muchas veces son alemanes o británicos los que recogen y se llevan a sus países los perros o gatos que no queremos tener más en casa. Las sociedades protectoras se ven desbordadas, y con frecuencia han de eliminar los animales que tienen a su cuidado dada la escasez de personas sensibles que los adopten.

Partidarios de la tauromaquia han sido el rey Juan Carlos, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Ortega y Gasset, Pedro Almodóvar, Valle Inclán, Joan Manuel Serrat, Fernando Savater, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Agustín Lara, Antonio Machado, Joaquín Sabina y un largo etcétera. Detractores han sido Lope de Vega, Tirso de Molina, Pío Baroja y otros escritores de la Generación del 98, Mariano José de Larra, Unamuno, Víctor Hugo, Jacinto Benavente, Francisco Umbral, José Saramago, Félix Rodríguez de la Fuente, Eduardo Punset, Miguel Delibes y otro largo etcétera. Canarias fue pionera en erradicar la llamada fiesta nacional, que está en entredicho en varias comunidades autónomas, de año en año se reducen los festejos y al parecer pierde adeptos entre las nuevas generaciones. Este año ha habido record de fallecidos que participaban en los encierros de distintas localidades, empitonados por toros bravos cuando pretendían hostigar al animal. El lanzamiento de una cabra desde lo alto del campanario en un pueblo de Zamora ha sido prohibido por ley, ya que esta acción avergonzaba al resto de pueblos de Castilla y León. Consistía en lanzar a una cabra del campanario por las fiestas patronales en honor a San Vicente. El primer año que esta se prohibió, el pueblo llamó a la desobediencia y fueron lanzadas dos cabras. El maltrato animal sigue vivo en fiestas patronales de distintas regiones: cabras, palomas, gallinas o burros suelen ser sus víctimas.

Si hablamos de que la tradición es un patrimonio que debemos cuidar y defender, tendríamos que retrotraernos al tribunal de la Santa Inquisición, que formó parte de la historia de nuestro país durante varios siglos y cuya vida se alargó hasta bien metido el siglo XIX mientras en el resto de Europa triunfaban el pensamiento ilustrado y la tolerancia. Aquel lamentable monarca que fue Fernando VII, el Deseado, tuvo mucho que ver con la dilatada vida de la institución.

La Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVATMA) presentó un documento en el que se informa sobre el sufrimiento al que se expone el animal, desmintiendo las palabras del alcalde, quien ha señalado que no padece en esta peculiar celebración. El sufrimiento del toro será aún mayor desde el momento en que sea liberado de su encierro y entre en la zona en la que puede ser alanceado y herido muchas veces para que vaya muriendo poco a poco. A partir de ese momento se le va a exigir un enorme ejercicio físico y padecerá alteraciones cardiovasculares, falta de oxígeno y exceso de dióxido de carbono. En el momento en el que los lanceros empiecen a clavar sus aceros habrá hemorragias, traumatismos, inflamación, hipovolemia y empeoramiento de la deshidratación, la cantidad de sangre que perderá va a depender de la profundidad de las heridas y de las zonas y órganos que las lanzas hayan lesionado. Su vida terminará cuando se introduzca la puntilla, un cuchillo de 10 centímetros. La puntilla fue prohibida en todos los mataderos de la UE hace mucho por considerarse un método cruel de dar muerte a un animal, no provoca la muerte instantánea, y el animal padecerá una agonía de varios minutos.

El artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, aprobada por la ONU en 1978, dice: "Ningún animal será sometido a malos tratos ni actos de crueldad. Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia". El concepto de maltrato animal abarca, pues, todas aquellas acciones de violencia con ensañamiento y "de manera injustificada". No en todos los casos hay consenso. Junto a conductas abiertamente brutales, como el ahorcamiento de los perros de caza cuando dejan de ser útiles, conviven otras que se considera que cumplen un fin social, como el uso de animales en experimentación médica, docencia, investigación o para la producción y consumo humano.

 (Ilustración: Forges, en El País)

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