lunes, 16 de noviembre de 2015

El pánico (A París doliente)


En aquel sueño intempestivo me vi transformado en un agente del mal. Yo estab a presente cuando Dios castigó a Adán y Eva por pretender indagar en los misterios, los recién creados eran tan ingenuos que deseaban conocer las últimas razones de por qué el Supremo hizo las cosas a su modo. Estuve cuando Torquemada mandaba a la hoguera a cualquier sospechoso con buena hacienda que de inmediato habría de pasar al patrimonio del Inquisidor, estuve cuando Hitler ordenó la solución final con el gas Zyklon B, no pude pasar desapercibido cuando tripulé uno de los aviones que se estrellaron en las Torres Gemelas de Nueva York. No estaba fuera de sospecha cuando reventaron los trenes en Madrid, ni cuando los atentados de Londres, ni cuando la fiebre asesina se apoderó de París y otras ciudades de luz. Me convertí en el Ángel Caído, mi mente se llenó de resentimiento y la sed del mal se apoderó de todos mis poros de mi cuerpo. ¿Por qué me habían excluido de todo lo bueno que en el mundo existe? Cuando me até docenas de explosivos y pulsé en detonador tuve la satisfacción de que muchos infieles bajarían al infierno en ese mismo instante. Ese día otros mártires partieron conmigo, ofrendaron sus vidas por la Verdad, y al fin entraríamos al Paraíso para estar presente cuando otro Dios decidiera poblar otro planeta, y de nuevo Adán y Eva lo traicionasen.
(Ilustración: El País)

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