lunes, 19 de diciembre de 2016

La Navidad de ahora


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Como las costumbres importadas triunfan rápidamente, la Navidad empezó el Viernes Negro, se puede decir que los comerciantes son avispados, todo se adelanta y el 20 de noviembre ya empezó a ser Navidad. Hasta hace poco la Nochebuena era una cena familiar y la noche del 5 de enero, el momento de los regalos. Muchos historiadores estiman que, de acuerdo con el relato de los cuatro evangelistas, teniendo en cuenta las circunstancias climatológicas, Jesús debió nacer en marzo o abril, pero el 25 de diciembre era la fiesta pagana del sol naciente, y la Iglesia aprovechó la coyuntura. Ahora, con el adelanto de las iluminaciones navideñas en los centros comerciales, diciembre se ha convertido en una carrera de ofertas, presuntas rebajas estimuladoras de las compras. Nos hemos subido a la fiebre de la recuperación, aunque no sea del todo exacto el saneamiento de la economía ni existe una  rebaja fiable del paro. Y el sentido que antes tenía la Navidad como ocasión de encuentro ha ido siendo arrinconado por la euforia del consumo. Un simple ejemplo de que debemos comprar y comprar sin pausa: hace unos pocos años se pusieron de moda las nuevas televisiones de plasma, ultraplanas y con mayor capacidad de definición, que por entonces eran bastante caras. En la carrera desenfrenada entonces adquiríamos pantallas de 40 pulgadas, más tarde nos dejamos seducir por las de 55 pulgadas y ahora estamos echándole el ojo a las de 70 en adelante, pues ya estas se están ofreciendo a menos de lo que valían las de 40. La industria genera una producción de tal envergadura que hemos de comprar continuamente, todo se queda obsoleto en un santiamén. El derroche de recursos es evidente, y no ningún hay cambio climático que aconseje replantearlo.

Nos hemos subido a la marea de tener cosas y cosas, y muchas veces los regalos se han transformado en una competición de la que resulta difícil librarse. Los niños están sometidos a un aluvión de anuncios en las televisiones, y de semana en semana cambian sus deseos porque los reclamos publicitarios son cada vez más atractivos. Como creemos haber dejado atrás la pobreza –en un país donde un importante porcentaje de la infancia vive en riesgo– nos lanzamos a la euforia de pensar que volvemos a ser ricos. Sin embargo, España es el segundo país europeo con mayor tasa de niños viviendo en hogares bajo el umbral de la pobreza, detrás de Rumanía. Según Save the Children el cálculo se hace en familias de dos adultos y dos niños que en conjunto cuentan con una renta inferior al 60 por ciento de la renta media de la UE, que es de unos 1.402 euros al mes. La organización internacional pide al gobierno español que en los presupuestos del 2017 se aumente la inversión en políticas de protección social de la infancia y educación hasta alcanzar a los niveles europeos, y ampliar a 100 euros mensuales la prestación por hijo a cargo. En Irlanda, que padeció una crisis similar a la española, las ayudas sociales redujeron la pobreza infantil en 27 puntos, pasando de un 44 por ciento a un 17 después de las prestaciones. España invierte el 1,3 del PIB en protección social a la infancia, muy lejos de la media europea, que es un punto superior. Con todo ello, los niños perciben el descontrol consumista. Mientras que antes se les explicaba que Papá Noel y los Reyes Magos no podían traer todo lo solicitado porque tenían que guardar para que los regalos llegasen a todos los menores del planeta, ahora la cosa se ha desenfrenado y el regalo pasó al baúl de los recuerdos. Hay un hipermercado de juguetes por todas partes.

En plena Navidad coletea un tema ya algo viejo: el de la reorganización y reducción de los horarios laborales en nuestro país. El gobierno desea que se deje de trabajar a las 6 de la tarde, y que por consiguiente nos levantemos antes, almorcemos antes y cenemos a una hora más razonable. Los empresarios piensan que si se da la conciliación laboral habrá más productividad y alegría en el trabajo, pues hay que empezar a levantarse un poco antes y descansar menos al mediodía, con lo que quedaría más tiempo por la tarde para la familia, el ocio y el deporte. No parece sano almorzar a las 3 o las 4 y cenar a las 10 u 11 de la noche, pero es la costumbre. Dentro de la federación de empresarios de hostelería y turismo, hay quienes piden que esto se matice mucho porque somos un país de servicios turísticos y la actividad de hoteles y locales de ocio se concentra por la tarde-noche.

Paralelamente, los partidos de fútbol de la liga de campeones se van a adelantar a las 6 y a las 8 de la tarde. Y vuelve el viejo tema de si España va a adoptar la hora de Inglaterra y Portugal, con lo que la Península y Canarias compartirían horario. Lo cierto es que desde que Franco hizo que España adoptase la hora de Alemania ha llovido mucho pero nadie ha sido capaz de deshacer el entuerto. Aunque aquí también hay quienes piensan que si la Península retrasa la franja horaria, para adecuarnos al horario solar las islas también deberían seguir con una hora menos.

Finalmente, recordar de pasada que Canarias sigue siendo diferente. Con un gobierno regional en permanente subasta, con las trampichuelas y conspiraciones permanentes de unos y otros por mantenerse en el poder, y con la gresca montada por el reparto de los dineros, hay quienes analizan la poderosa troika conformada por el señor Clavijo, el presidente del Cabildo tinerfeño y el alcalde de la capital. Todos los líderes regionales son en este momento naturales y residentes en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Este trío posee una componenda juvenil muy ambiciosa y cultivadora de la “grandeur”, el sentimiento de grandeza de una isla por encima de las demás, trabajándose a fondo el clientelismo y exacerbando el pleito insular en vez de contribuir a la concordia y al equilibrio regional. Y es que el gobierno de aquí gobierna con su peculiar manera el asunto de las armonías presupuestarias y lo hace con una beligerancia que llama la atención. Por ejemplo, se puede comprobar fácilmente que la televisión canaria, la autonómica que pagamos todos y que tiene una calidad insufrible, mantiene una notable desproporción de contenidos. Y así sucesivamente.

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